TESTIMONIOS
Pepe Hernando y María Redondo
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“Con nosotros siempre se portó muy bien”
Pepe y María, el matrimonio de guardeses encargado de cuidar la casa en la localidad segoviana de San Rafael, comparte recuerdos sobre tanto tiempo que pasaron junto al banquero barcelonés.
Durante muchos años la costumbre de Valls era ir a vivir y trabajar allí semana tras semana, de martes por la tarde a viernes a última hora. Era un hábito para pensar, trabajar con tranquilidad lejos de la vorágine financiera de la capital y así, poder tomar mejores decisiones para el banco. En ese entorno, Pepe y María, siempre le atendieron con atención y naturalidad.
Describen a Luis Valls como un hombre sencillo. Le encantaban las comidas caseras de María, cansado de las reuniones y comidas diarias en restaurantes. Su seriedad y disciplina eran evidentes, pero también su aprecio hacia quienes le rodeaban.
Luis Valls, para ellos, era más que un jefe; se convirtió en alguien especial, que cada Navidad traía juguetes para sus hijas y detalles de cariño para la familia. Estos recuerdos muestran que tenían una conexión profunda y respetuosa.
“Ser parte del Banco Popular era ser diferente”
Además, también Fernando Martín, conductor y escolta de Luis Valls cuenta como su relación comenzó en el edificio Beatriz, en los años 80, momento de creciente preocupación por la seguridad en algunos ámbitos de la sociedad española. Como consecuencia, se establecieron medidas de vigilancia específicas para proteger al entonces presidente del Banco Popular, así como al consejero delegado y a los directores generales. Desde ese momento, tuvo la oportunidad de trabajar directamente con él, descubriendo su carácter serio y reservado, pero también su bondad y filantropía.
Luis Valls era un hombre “que pedía pocas cosas y, más que exigir, solía sugerir”, apunta Fernando. Se refería a temas laborales usando el plural, incluyéndose en el equipo: “¿Usted cree que estamos haciendo bien?” le preguntaba a Fernando, mostrando su curiosidad por las opiniones de quienes le rodeaban. Su escolta notó que Luis tenía un talento especial para percibir lo que otros pensaban, evaluando la situación con un sentido de profundidad, más allá de lo evidente.
En uno de sus viajes por la sierra, el coche de Luis Valls se averió. Viajaba acompañado de Fernando, su conductor de confianza durante muchos años. Sin muchas opciones, pidieron ayuda al pueblo más cercano, y un hombre del lugar se presentó con su tractor, remolcando el vehículo y sacándolos del apuro. Al despedirse, Luis Valls le ofreció su tarjeta y le dijo que, si algún día necesitaba algo, no dudara en llamarle. Tiempo después, la tarjeta se utilizó y el hijo de este hombre fue contratado como conductor en el Banco Popular.
Porque para Valls, cuenta Fernando, “el banco era como una familia”, y esa visión del trabajo como un entorno cercano y humano era, en su opinión, una de las grandes cualidades del Banco Popular. Ser parte de esa institución era, sin duda, ser diferente.
Estos recuerdos de su vida en San Rafael no solo hablan de un jefe, sino de un hombre comprometido con sus valores y con las personas que le acompañaron en su camino. Luis Valls dejó una huella imborrable en las vidas de Pepe, María y Fernando, un ejemplo de carácter, sencillez y gratitud que nunca olvidarán.