BANQUERO
Las Reuniones de los Siete Grandes
Aunque Luis Valls solía decir que el mito de Los Siete Grandes de la Banca era una creación de los periodistas, lo cierto es que era él mismo el promotor de esos encuentros, el que se empeñaba, periódicamente en que tuvieran lugar. Consistían, básicamente, en quedar a comer.
La tradición arrancó a principios de los años setenta y la idea era que el anfitrión fuera rotando de un banco a otro, aunque casi siempre se citaban en la sede central de Banesto del Paseo de la Castellana, a la espalda de cuyo edificio se encontraba el mítico restaurante Jockey. Los siete acudían al comedor de presidencia, donde servía la comida el famoso chef del restaurante que, en ese momento, estaba más moda. Si tenían lugar en el Popular, la comida se servía en el Edificio Beatriz, en una preciosa mesa de ónix circular con protocolo a la italiana, el preferido por Luis Valls.
Por qué esas reuniones
Preguntado por el diario Expansión, Luis Valls respondió a la pregunta en forma de columna1: Por placer, ya que una de sus frases favoritas era: “Es un placer de dioses conversar con los amigos”, atribuida al filósofo Platón. Por tradición. Aludía a que la costumbre alcanzaba en ese momento “casi los treinta años”. La tercera razón era que –según él- “la prudencia presidencial (primera virtud cardinal) se vive mejor si se han podido discutir los temas con los colegas en ese foro amable del almuerzo. Sin trato no hay amistad”.
En su tesis doctoral sobre Luis Valls2, Jaime Díez Yáñez dice que las autoridades del momento no veían con buenos ojos las reuniones, que fueron duramente criticadas por el director general de defensa de la competencia, a lo que él argumenta: “Quizá tendrían que haber invitado también a las reuniones a aquel director general, para que viera con sus propios ojos el grado de concertación existente entre los siete grandes bancos, que competían duramente entre ellos. La finalidad de los almuerzos no era anticompetitiva, ni en teoría ni, mucho menos, en la práctica. El objeto de los almuerzos era más bien que se respetase el fair play, por lo que, en la práctica, estaba perfectamente alineado con el ideal de la competencia, un ideal que la autoridad parecía defender con teórico entusiasmo, pero con muy poca inteligencia práctica”.
El papel de Luis Valls
En esa misma tesis se alude a que no solo Luis Valls impulsaba que tuvieran lugar las comidas de los Siete Grandes, sino que además pretendía que fueran útiles y llevaba recortes de prensa de todo lo que se había publicado sobre cada banco desde la última reunión para comentarlo con sus colegas. Como sostiene Ángel Gómez Escorial3, Luis Valls actuaba incluso de anfitrión en la sombra. Llegaba el primero, tendía a escuchar –a hacer hablar– y, si veía algún banquero más aislado, le atendía. Al terminar la reunión solía irse el último, sin prisa. A veces era el único que se detenía a charlar con los periodistas que esperaban en la puerta, y comentaba con la prensa el contenido de las reuniones.
OPA y despedida
En la prensa de la época es fácil encontrar referencias a cómo fueron complicándose sus relaciones con otros presidentes de banco españoles. El intento de OPA del Banco de Bilbao sobre el Banesto en 1987 finalizaba, según contaba él mismo, la época de oro de la actuación caballeresca entre los grandes bancos españoles. En 1992 hacía esta reflexión4, como echándoles de menos:
“Hasta hace cinco años, la relación de los banqueros españoles entre sí era excelente. Actuaban como caballeros. La competencia entre bancos, el quitarse clientes y empresas -casi siempre por sorpresa- no suprimía el buen humor ni violentaba las formas guardadas siempre de manera exquisita. Pero esa OPA marcó un final y un principio. Desde entonces no nos reunimos más, ni nos reúnen. Si nos hubieran dicho que uno de los siete iba a sacar la navaja para clavársela a otro, todos hubiéramos pensado en otro de nosotros. Nadie habría señalado a José Ángel Sánchez Asiaín, que fue el que la sacó”.
Buena relación
En todo caso, la sintonía con la mayoría de ellos continuaba, pese a haberse terminado con la costumbre de almorzar. En un artículo escrito por él mismo5 lo explicaba con un símil deportivo: “Igual que los ciclistas se llevan bien entre sí, los banqueros también, aunque compitan. Los almuerzos entre ellos ayudan a mejorar la relación y a superar las diferencias. La llamada química personal es un factor coadyuvante, pero el hecho de que los grandes bancos tengan objetivos prioritarios distintos hace que no se tengan envidia ni haya agravios comparativos. Quién más quién menos va consiguiendo lo que quiere: ser el más grande en tamaño, ser el más internacional, ser el líder, tener el grupo empresarial más importante, o conseguir los mejores ratios”.
Bibliografía
(1) Columna “Por qué nos reunimos los banqueros” publicada en Expansión (13/10/89).
(2) Tesis “Luis Valls. Banco Popular. Un repertorio”, de Jaime Díez Yáñez.
(3) GÓMEZ ESCORIAL, A., «Luis Valls, desaparece un mito», Banca 15, 31/03/2006.
(4) Mariví Casanueva recoge esa declaración en su artículo El ‘último mohicano’ de la banca española publicado en el suplemento Nueva Economía de El Mundo (26/10/2003).
(5) Artículo escrito por Luis Valls, titulado De la crisis a la diversidad y publicado en Diario 16 (15/11/92).