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EN PROFUNDIDAD

Carlos Figuero

consejero delegado de la acción social del Banco Popular

Por Íñigo de Barrón Arniches, periodista que ha trabajado en medios como El País, donde fue Corresponsal Financiero entre el 2000 y 2022, Europa Press o Expansión. También ha colaborado en algunos canales de televisión y radio, como RTVE, La Sexta, Cuatro, COPE, Cadena SER y Onda Madrid. Autor del libro “El hundimiento de la banca”, entre otros, ha recibido a lo largo de su carrera diferentes premios como el Schroders al mejor artículo del año y el ING de Periodismo.

“Luis Valls instauró los créditos al honor, daban su palabra de que iban a devolver el dinero y así fue en casi todos los casos”

Carlos Figuero ha cumplido 89 años y ha trabajado prácticamente todo su vida en el Banco Popular. Conserva una cabeza privilegiada y recuerda detalles de todos aquellos años en los que fue el consejero delegado de la acción social que el expresidente del Banco Popular, Luis Valls, organizó en 1965. Tras su jubilación, continúa con esa labor, pero como voluntario; acude dos tardes por semana, el martes y el jueves. Es padre de 7 hijos y tiene 14 nietos, “gracias al sacrificio personal de mi mujer, porque yo estaba todo el día en el banco”, aclara para ser justo en el reparto de méritos.
Su gran pasión es la montaña, a la que todavía acude, no ya para escalar, pero sí para hacer senderismo en llano. Su trabajo ha sido su vocación y se le alegran los ojos cuando lo cuenta. A Luis Valls lo define como una persona “irremplazable por su ejemplaridad”.

Pregunta. ¿Cómo fue su entrada en el Banco Popular?

Respuesta.  Empecé en el Banco Mercantil e Industrial, hoy desaparecido. En 1961 me incorporé al Banco Popular Español, poco tiempo después recibí el encargo de buscar para una nueva entidad financiera, incluyendo las primeras necesidades, es decir, un local en el Barrio de Salamanca de Madrid, secretarias, etc. Pronto se incorporó el equipo profesional necesario dirigido por el Administrador Único, José María de Arana Aizpúrua. Posteriormente, la nueva entidad fue absorbida por el Banco Popular Industrial, en Alcalá 40 de Madrid. El primer presidente fue el Arana Aizpúrua . Desde el citado banco, en 1965, el presidente del Banco Popular, Luis Valls, pidió que me incorporase a la oficina de Presidencia, situada en Alcalá, 26 de Madrid.

P. ¿El presidente separaba el negocio social del bancario?

R. Sí, decía que por las mañanas se ocupaba del banco y por la tarde del mundo social. Y así era; despachábamos todas las tardes hasta las 8 o las 9 de la noche porque se hacían muchas cosas y Valls era minucioso con los detalles.

P. ¿Cuánta gente formabais el equipo?

R. Éramos unas quince personas, incluyendo las secretarias y los que se encargaban de los temas fiscales, jurídicos, etc.. Algunos de estos asesores trabajaban de forma desinteresada. El entramado legal de las fundaciones y de las sociedades era complejo, requería permisos. Y nos llevó tiempo crear toda la estructura. Su financiación venía de las dietas de los consejeros, que renunciaban a ellas por petición de LV, y de lo que se obtenía por el alquiler del edificio Beatriz de Madrid, que era patrimonio de las fundaciones.

P. En total, ¿cuánto tiempo estuvo al frente de la división social?

R. Unos 40 años porque LV no quería que lo dejara. Cuando cumplí 62 años, que era la edad a la que se jubilaban muchos compañeros, se lo comenté al presidente, pero me sugirió que siguiera. Era un hombre de pocas palabras, pero sus ideas quedan claras. Cuando llegué a los 65, en 1999, pasó lo mismo. Al cumplir los 68 años intentó que continuara, pero le dijo que me jubilaba, aunque seguiría trabajando como voluntario, sin nómina. Y así es como sigo hasta ahora.

P. ¿Y qué pasó con la intervención del banco y compra del Santander?

R. A partir de 2017 cambió todo; el Santander tenía sus propias fundaciones por lo que no hubo apoyo económico. Tampoco llegaba dinero del consejo del Popular porque todo eso desapareció, así que se procedió a una fusión de las fundaciones –había 9 en total y quedaron tres- y de las sociedades, que eran unas diez. A partir de ese momento, la principal fuente de ingresos fue el alquiler del Beatriz de Madrid. Esta caída de rentas ha obligado a reenfocar toda la labor porque se dispone de mucho menos capital que antes.

P. Rafael Termes, el que fuera consejero delegado del Popular de 1966 a 1977 y presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), ha tenido un papel importante en las fundaciones. ¿Cómo empezó esta colaboración?

R. En 1987 Termes le propuso a Valls que se incrementara la labor internacional y creó, con su propio patrimonio, Fomento de Fundaciones, Fundación Internacional, dedicada a labores sociales. Hoy en día es una de las que continúa aglutinando nuestra labor.

P. ¿Para LV era importante la transparencia en las cuentas de las fundaciones?

R. Era muy importante. Tenía un dicho que era: “Todo lo que hacemos se debería poder publicar en la primera página de El País”, es decir, no podía haber nada escondido ni oculto o algo de lo que avergonzarse.

P. ¿Cómo era el control legal de las fundaciones?

R. La legislación sobre fundaciones ha cambiado en varias ocasiones. Recuerdo que, para adaptarnos a uno de los últimos cambios, el presidente me dijo que me entrevistara con el más alto funcionario responsable de las fundaciones y que le invitara a venir al banco para conocerle y que nos dijera si hacíamos algo mal. Estuvo en el banco y su respuesta fue que las cuentas y los balances estaban perfectos. LV quería que fuéramos una organización ejemplar en este sentido.

P. Las fundaciones no hacían publicidad de su labor. Nunca se hizo hasta los últimos años del Popular, y tampoco fue algo significativo. ¿Por qué?

R. El presidente creía que se debía hacer esta labor por convencimiento, no por esperar alguna recompensa. Además, estaba convencido de que si se daba a conocer provocaría el efecto llamada y vendría mucha gente a pedir ayuda. La colaboración, salvo algunas excepciones, para reparaciones de conventos, no se hacía a fondo perdido, sino como ayuda reintegrable. La razón es que LV creía que el dinero regalado no se valora y era importante seguir teniendo recursos para ayudar a más gente, por eso tenían que devolverlo, aunque siempre se tenían en cuenta las circunstancias personales… lo plazos eran muy largos.

P. En este sentido era diferentes a otras fundaciones muy conocidas, como Juan March, Rafael del Pino, Ramón Areces, etc…

R. Si, con algunas tuvimos conversaciones pero constatamos que los objetivos eran diferentes. No hicimos ningún proyecto conjunto. Nuestra vocación es social, y no cultural y además, mediante ayudas reintegrables, lo que complica más la labor.

P. ¿Cómo se lograba pedir intereses a una persona con pocos recursos sin ahogarle económicamente? Eso generaría morosidad…

R. Sin duda con mucho conocimiento de la persona, del proyecto y con la experiencia del pasado; todo esto te permite conceder ayudas que se puedan devolver. Además es preciso realizar un seguimiento porque pueden surgir problemas por el camino. En algunos casos también pedíamos avales, para que el compromiso fuera mayor. Este era el caso de los préstamos a los estudiantes.

P. En el campo religioso, ¿qué tipo de actividades realizaban en la época de Luis Valls?

R. En el pasado, en los años 70 y 80, hubo una labor importante para levantar templos en barrios de Madrid porque las iglesias estaban en garajes o sitios similares. Recuerdo que se concedió 500.000 pesetas a un plazo de 10 años para cada templo, sin intereses. Lo devolvieron todo religiosamente, nunca mejor dicho. También se ayudaba a religiosos de toda España que estaban en conventos e iglesias que necesitaban reparaciones importantes. Eran edificios envejecidos y no resultaba barato mantenerlos. Llegamos a tener unos 31 conventos “en nómina” y la mayoría de ellos los visitábamos antes de entregar el dinero. En estos casos, eran asignaciones fijas anuales, de 7.000 euros a fondo perdido. Ahora quedan ayudas puntuales.

P. Y con el Opus Dei, ¿había una relación especial por el hecho de que el presidente fuera numerario?

R. No hubo ningún sistema de ayudas especiales, digámoslo así por el hecho de que quien lo pidiera fuera de la Obra. Es más, al presidente no le gustaba nada que alguien hiciera gala de pertenecer al Opus Dei en la carta de petición. En alguna ocasión lo, lo echó para atrás por eso. Este capítulo lo delegó en mi para que decidiera, él no intervenía. Luis Valls tenía una mentalidad abierta, y de hecho, el Popular fue de los primero que apoyó al Partido Comunista de Santiago Carrillo, a Comisiones Obreras, etc, que por cierto no dejaron ningún crédito sin pagar.

P. ¿Qué otras labores realizaron bajo la presidencia de Luis Valls?

R. Sobre todo ayudamos a ONG. Fuera de España se atendió en Africa: Kenia, Costa de Marfil, Sudáfrica, acompañando a otros socios que ya estaban en los otros proyectos, con ayudas reintegrables. Nos gustaba más este sistema porque los proyectos son más importantes en cuantía y más seguros financieramente.

P. Y en España, ¿qué tipo de ayudas realizaban?

R. Eran muy variadas, desde estudiantes hasta personas que nos pedían para comprar una furgoneta y mejorar su negocio, o la compra de los muebles para poner un local comercial…No tenían un perfil de crédito suficientemente bueno como para que el Popular les concediera el dinero, pero si nosotros veíamos que eran personas de fiar, se les concedía un crédito al honor, es decir, daban su palabra de que lo iban a devolver. Y así ocurría en la gran mayoría de los casos.

P. ¿Cómo fue el final de su relación con Luis Valls?

R. El último despacho lo tuvimos el 11 de octubre de 2005. Ya no volvió al banco, aunque tuvimos alguna reunión más en su casa. El relevo lo tomó Francisco Aparicio. El expresidente murió el 25 de febrero de 2006. FIN

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