EN PROFUNDIDAD
Miguel Ángel Prieto
Por Íñigo de Barrón Arniches, periodista que ha trabajado en medios como El País, donde fue Corresponsal Financiero entre el 2000 y 2022, Europa Press o Expansión. También ha colaborado en algunos canales de televisión y radio, como RTVE, La Sexta, Cuatro, COPE, Cadena SER y Onda Madrid. Autor del libro “El hundimiento de la banca”, entre otros, ha recibido a lo largo de su carrera diferentes premios como el Schroders al mejor artículo del año y el ING de Periodismo.
“Luis Valls tenía una experiencia e inteligencia desbordantes, siempre se aprendía estando a su lado”
Miguel Ángel Prieto (Madrid, 1967), es director general del Banco de Depósitos, entidad que fue filial del Banco Popular y que hoy pertenece a la Caja Rural de Almendralejo. Comenzó a trabajar en el Banco Popular en 1993. Dos años después, Ricardo Lacasa, entonces consejero delegado, le propuso entrar en la Oficina de Presidencia. Lacasa le conoció porque trabajaban en el mismo edificio, la sede social de la entidad, en el edificio Goya de Madrid. El propio Luis Valls fue el que le hizo una prueba para admitirle en su Oficina. En el verano de 1995 entró como ayudante de Ángel Rivera, que era el secretario de presidencia. Tenía 28 años. Estuvo junto al presidente casi once años -de los 32 que duró su jefatura-, hasta su fallecimiento en febrero de 2006. Esta larga convivencia ha permitido a Prieto contar con un profundo conocimiento del expresidente del Popular, quizá como pocas personas.
Prieto considera que Luis Valls se inspiró en los grandes magnates estadounidenses para su acción social que ya en los años 60 diseñaron sus fundaciones con vocación de ayuda a los más desfavorecidos. En su opinión, el hecho de que el expresidente perteneciera al Opus Dei no condicionó la ayuda hacia los miembros de esta organización, aunque sí había una buena parte de “los clientes” que tenían carácter religioso.
Este directivo recuerda el sentido de humor del expresidente, “la sorna catalana que siempre tuvo”. Y añade que su inteligencia “era desbordante, lo que unido a su experiencia, hacía que siempre se aprendiera a su lado”. Luis Valls donaba un parte de su salario a las fundaciones sociales, pero Prieto recuerda que no era un sueldo demasiado elevado: “Creo que era el presidente que menos ganaba de la gran banca”, comenta.
EL PERSONAJE LUIS VALLS
Pregunta. Comencemos por los detalles de la vida de Luis Valls. ¿Cómo fueron sus inicios profesionales?
Respuesta. En los años 50, tras acabar la carrera Valls se doctoró y vino a Madrid; empezó a trabajar en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) porque su padre, que era historiador, había publicado mucho en el Consejo. También fue profesor ayudante en la Universidad Autónoma (entonces conocida como Universidad Central) y después entró en el Banco Popular.
P. ¿Cómo era su ritmo de trabajo en la Oficina de Presidencia?
R. Prácticamente desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche. Casi siempre comía en el banco con personas que le interesaban porque le facilitaban datos, información, contexto…, le contaban los temas más interesantes del momento. Era una de las personas mejor informadas del sector. A medida que fue teniendo más años y se empezaron a manifestar los achaques de la edad y de sus enfermedades, redujo el horario y se marchaba a casa sobre las 19,30 horas. Siempre se rodeó de gente inteligente y muy trabajadora; era bueno repartiendo las tareas.
P. ¿Cuándo empezó a estar mal por la enfermedad?
R. A partir del verano de 2005 comenzó a sentirse más débil y cansado. Decidió trabajar desde casa y redujo sus visitas al banco. Tenía leucemia y se sometió a radiación. Pese a este deterioro físico mantuvo perfectamente la cabeza hasta el final.
P. ¿Le preocupaba que se publicaran artículos en los que se hablaba de su deterioro, visible en alguna ocasión en la junta de accionistas?
R. No, para nada. Había pasado por momentos más duros, como el enfrentamiento con Ruiz Mateos; su última etapa la llevó sin importarle cómo le veían los demás.
P. Antes de esta situación, dejó la presidencia ejecutiva y quedó como presidente de la junta de accionistas. ¿Cómo fue el relevo?
R. En 2004 cedió su cargo y se estableció una copresidencia entre Javier Valls, su hermano, y Ángel Ron. Su cargo era presidente de la junta de accionistas, aunque él decía que se había quedado como “espantapájaros”, pero seguía los temas del Popular con mucho interés aunque no tenía ningún cargo ejecutivo.
P. Dejar la presidencia del Popular, cargo en el que estuvo 32 años, desde 1972 hasta 2004, tuvo que ser difícil, ¿no es así?
R. Fue muy meditada. Creo que notó la presión de los inversores porque aunque no tenía el cargo ejecutivo su capacidad de mando era absoluta. De todas formas, él nunca tuvo firma en el banco, era un detalle extraño, pero es cierto. Además, ya habían sido sustituidos casi todos los demás presidentes de bancos de su época, Botín padre, Sánchez Asiaín, Pedro Toledo, Alfonso Escámez y José María Amusátegui, creo que entendió que era otra época y tocaba un relevo.
P. Desde la presidencia de la junta de accionistas ¿mantuvo algún tipo de control sobre los dos copresidentes, Javier Valls y Ángel Ron?
R. Bueno, su autoridad moral era tan importante que por supuesto tenía capacidad de vigilar para que ese nuevo tándem funcionara sin que saltaran chispas. Javier hacía una labor institucional y de representación muy importante, pero el peso ejecutivo recaía sobre Ángel, que era el que tenía el banco en la cabeza. Javier dejó la copresidencia en marzo de 2006, un mes después del fallecimiento de su hermano; para entonces habían pasado dos años de la copresidencia con Ron.
MUNDO SOCIAL
P. El objeto de estas entrevistas es conocer la vertiente social de la gestión de Luis Valls. ¿Cómo estaba organizado el trabajo en la Oficina de Presidencia? ¿Cuál era su función para atender la labor social?
R. Mi trabajo consistía en atender las peticiones que nos llegaban o que el mismo Valls proponía; muchas eran de lo más variopinto y con pocos datos. Recuerdo que una de las primeras solicitudes fue que localizara un convento del Valle del Jerte porque alguien le había dicho que las monjas necesitaban dinero para unas reparaciones. No había internet, así que se trabajaba con la guía telefónica, hacienda llamadas a un sitio y otro hasta que dabas con lo que buscabas.
Otra vez me pidió encontrar a un personaje que había salido en un concurso de la televisión y que había contado que tenía un problema personal. O a un alcalde de un pueblo de Badajoz. Me decía, “vaya para allí que le está esperando”, en un tono misterioso.
P. ¿En dónde se inspiró Luis Valls para organizar la ayuda social y las fundaciones?
R. De los norteamericanos y de los franceses, que ya tenían desarrollado la responsabilidad social de las empresas; trabajaban sobre la idea de que se debía devolver a la sociedad una parte de lo que ganado. Ahora se habla mucho de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), pero en realidad es un tema que estaba presente desde los años 70. Entonces ya se citaba la importancia del balance social que publicaban algunas empresas y que reflejaba lo que hacían respecto a los empleados, sus familias, los clientes, etc. Con su acción social Valls se anticipó al concepto de exclusión financiera. Él sabía que había gente que si acudía a un banco sin contratos, sin avales, no pasaría el control de riesgo y nadie les prestaría.
P. ¿Cuándo fue la primera vez que hizo público sus principios sociales?
R. Lo plasmó de forma expresa en el informe a la Junta de accionistas de 1981. También habló de este tema en el repertorio de temas de las memorias del banco. A partir de 2004 se edita la memoria de RSC. Valls estaba en contra de la RSC obligatoria porque creía de debía ser voluntaria, lo que consideraba obligatorio era ganar dinero, que era la condición necesaria.
P. ¿Qué estructura tenía la obra social del Popular?
R. En los últimos años de la presidencia de Ángel Ron las aportaciones del banco se destinaron a la Fundación Hispánica, que es la que lideró la actividad social. De hecho la Fundación pasó a denominarse ‘Hispánica-Grupo Banco Popular’, ya que uno de sus fines era atender las actividades y compromisos sociales e institucionales del banco, y pese a ser una entidad pionera en canalizar su actividad social a través de una Fundación, ésta no tenía el nombre del banco. En el convenio que se firmó en 2008 se fijaban los fines que debían atenderse.
P. ¿Qué papel tenía el Banco de Depósitos en la labor social del Popular?
R. Tenía una función relevante, en realidad era una pata del Popular sin ser el Popular, y a su vez era un complemente de las Fundaciones. Desde el Banco de Depósitos se atendían muchos asuntos, multitud de operaciones y con un gran número de instituciones, personas o entidades que, por diferentes razones, no tenían encaje en el Popular. La razón por la que se compra esta ficha es curiosa: en realidad, el presidente siempre quiso tener una caja de ahorros, pero el Banco de España no le autorizó. Le gustaba el aspecto social de las cajas, que además no tenían ánimo de lucro ni accionistas. De hecho, llegó a controlar una Caja; se vació, devolviendo todos los depósitos a sus clientes, y así pudo dedicarla íntegramente a fines sociales.
P. ¿A qué tipo de clientes prestaba el Banco de Depósitos?
R. Como parte de esa labor social, se ocupa de personas a las que el Popular no podía financiar –se deban préstamos, créditos, avales-, porque no cumplían con las garantías de solvencia, pero no se regalaba el dinero. Eran préstamos al honor. Uno de los principios de Luis Valls era que el dinero regalado no se aprecia. Nunca quiso dar el dinero a fondo perdido, por eso el Banco de Depósitos flexibilizaba la financiación, pero había que devolverla.
P. Hoy, desde el Banco de Depósitos ¿continúan realizando ayudas sociales?
R. En nuestro plan estratégico está reflejado que somos un banco de plenas convicciones cristianas y católicas, aunque eso no significa que se excluya a nadie que tenga otra confesión. Esto supone que el banco no tiene que especular, debe ganar dinero para mantener a sus empleados y remunerar a los que han puesto el capital, que es la Caja Rural de Almendralejo, pero tenemos una vocación social. El hecho de que el dueño sea una caja imprime carácter a la vocación de esta entidad, que es pequeña y solo tiene una oficina en Madrid, pero nunca ha estado en pérdidas. Luis Valls lo explicó muy bien en un informe a los accionistas en 1981: “Mientras una gran industria puede tener pérdidas uno o más años y no afectarle este hecho a su solvencia ni a su negocio, para la banca el capítulo de los beneficios es de primer orden y, por tanto, no son comparables las consecuencias que para ella tienen las ganancias o las pérdidas con las de otras sociedades”.
P. ¿Qué significa no especular?
R. Que financiamos empresas, proyectos y actividades que favorecen la creación de valor, el desarrollo de las personas y el progreso de la sociedad. No buscamos el beneficio a corto plazo, no entramos en operaciones de compra venta rápida; siempre hay clientes que te pueden proponer comprar inmuebles… Apoyamos mucho a la pyme, a los profesionales y a los estudiantes.
P. Volviendo a su labor en el Popular, ¿qué cargos ocupó usted en la vertiente social del banco?
R. De 2006 al 2013 fui director de Responsabilidad Social y director de la Fundación. Ese año pedí la excedencia y pasé a dirigir el Banco de Depósitos. El mundo de lo social me gustaba mucho porque lo aprendí con Luis Valls y me atraía mucho lo que se hacía aquí.
P. ¿Los directivos del banco se ocupaban de esta labor social?
R. No, Luis Valls creía que a los ejecutivos del banco debían estar liberados de esta tarea para poder dedicar su tiempo a lo que les correspondía por su puesto y responsabilidad. Las personas que trabajábamos alrededor de la Oficina y de su entorno nos ocupábamos de estos temas. Él decía que un director de oficina no es el mejor interlocutor para una ONG.
P. ¿En las Fundaciones y el Banco de Depósitos se concedían microcréditos con garantía personal?
R. Sí, Luis Valls confiaba en la palabra de los que pedían ayudas y podía dar un dinero con sin garantías porque creía en la persona y en el proyecto que iba a hacer. Los tipos de interés eran menos la mitad de los del mercado y los plazos se alargaban. Siempre se tenía en cuenta los ingresos que podía tener el cliente para que la cantidad a devolver fuera razonable y no le asfixiara. Pero nunca fue un canal para tapar clientes problemáticos del Popular.
P. ¿Cuáles eran los receptores del dinero, personas físicas u otras fundaciones?
R. Los dos tipos. En ocasiones otras fundaciones que trabajaban en Asia, África o América y que eran conocidas por Luis Valls, los consejeros y los principales clientes. Por supuesto, también fundaciones españolas. Se colaboraba con la Fundación Príncipe de Asturias, FEDEA, la Fundación Empresa y Sociedad, la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, la Fundación Galicia Inmigración, etc.
P. ¿Las órdenes religiosas eran clientes habituales?
R. Fueron, durante la etapa de Luis Valls y Ángel Ron, un colectivo importantísimo para el banco por vinculación, por la confianza y el trato que se les dispensaba. Luis Valls fue consciente de que muchas órdenes religiosas estaban “marginadas” en el sistema financiero, no se les daba una atención especial, ni se les ofrecían soluciones de financiación a la medida. Aun así, imperaba siempre el criterio profesional y era el departamento de riesgos quien tenía la última palabra a la hora de aprobar una propuesta. Luis Valls nunca impuso su criterio ni ejerció un “voto de calidad”. Si el responsable de riesgos no veía la operación, no se daba. Es cierto que eran una parte de nuestra cartera.
Recuerdo en una ocasión que presenté mi oposición al préstamo y Luis Valls me dijo, “piénselo otra vez, quizá en lugar de negarles todo podemos dejar parte del dinero para que reparen una zona del convento”.
Algunas órdenes trabajaron para el banco para devolver el préstamo: unas monjas ensobraron el correo del Popular, otras enviaban correos comerciales con unos nuevos ordenadores, otras mejoraron el obrador para vender productos, etc. Recuerdo que en aquellos años nadie prestaba a las órdenes para mantener o mejorar sus conventos.
P. ¿Apoyaban a los estudiantes?
R. La financiación a estudiantes, inicialmente, se atendía desde Banco de Depósitos. Una vez más, por la dificultad de que un estudiante sin recursos superara el análisis de riesgos. Posteriormente, el Popular puso en marcha un ambicioso programa de financiación para estudiantes de la Universidad de Navarra, en el que efectivamente la Fundación -si se cumplían las condiciones establecidas- abonaba hasta el 75% de los intereses del crédito concedido al estudiante. Los beneficiarios fueron miles.
En ocasiones se pagaba la carrera de los estudiantes sin recursos y se les reducía el préstamo si sacaban buenas notas. La idea es que devolvieran el dinero cuando empezaran a trabajar. Llegamos a tener más de 2.000 estudiantes repartidos por el mundo. En ocasiones les avalaban sus padres porque no tenían suficiente dinero para pagar la universidad.
P. ¿Cómo se llegaba hasta los que necesitaban ayuda?
R. Por muchos canales, pero en ocasiones porque escribían cartas pidiendo apoyo. Todas, absolutamente todas las peticiones se respondieron, aunque fuera para decirles que no. Era trabajoso, pero Luis Valls lo consideraba imprescindible. Algunas personas era conocidas de los empleados del Popular, pero sabían que la entidad no les podían prestar dinero. En alguna ocasión eran casos que se conocían por la prensa. Investigábamos y los solíamos encontrar.
P. ¿Y qué morosidad tenía?
R. Muy baja, del 0,25% aproximadamente. En una ocasión superamos el 2%, pero por una operación importante que nos salió mal, pero luego se arregló el problema.
P. ¿Qué proyectos fueron los más significativos?
R. Creo que todos los relacionados con los chicos de barrio con problemas. En aquellos años había mucha droga y el objetivo era que salieran de ese ambiente y estudiaran. Recuerdo que tuvo mucho trato con Enrique de Castor, un párroco de Vallecas, conocido como el cura rojo, que tenía una labor importante con los jóvenes del barrio, hijos de drogadictos, etc. Eran proyectos en los que no tenía sentido que entrara el banco.
En ocasiones nos llama gente de lo más variado, como un grupo de enfermeras que iban a Cuba en sus vacaciones para enseñar allí a otras y necesitaban financiación para el viaje y la estancia. Otras veces se financiaba una ONG que se hacía cargo de un gran hospital en el Congo. También había muchos proyectos educativos o construcción de colegios.
P. ¿La Ciudad de los Muchachos de Leganés fue un proyecto especial?
R. Sin duda, fue uno de los grandes proyectos que se hizo a través de una de las fundaciones. Ellos solicitaron ayuda y allí se presentó Luis Valls para ver qué ambiente había. El responsable era el conocido Tío Alberto, con el que se entrevistó muchas veces antes de entregar el dinero. Preguntó a los vecinos, a la gente que les conocía, era un sistema que empleaba a menudo para recabar información. Si confiaba en ti y le fallabas, lo pagabas caro. Valls era cristiano y perdonaba, pero decía que si se ha portado mal, no se le vuelve a atender. Luis Valls disculpaba el error, pero no el engaño.
P. ¿Hubo otros proyectos llamativos?
R. Los había de todos los colores; algunos llevados por el economista Sala i Martín, que tiene un claro sesgo independentista, otro con la Fundación Ramón Rubial del PSOE para presos españoles en el mundo, muchos de ellos gente que había traficando con drogas, etc. Otras ayudas iban a asociaciones relacionadas con Comisiones Obreras…eran muy variadas.
P. ¿Por qué el Popular nunca hizo publicidad de su labor social?
R. Para Luis Valls esta ayuda se realizaba por convicción personal; él creía que hacer publicidad de esto era una aberración, era buscar un premio en la sociedad, y él lo hacía convencido de que se debía ayudar a los demás. Y también había una razón práctica: si yo cuento a la gente que estoy dando ayudas, mañana vendrá muchos a pedir y se produciría el agravio comparativo, de que huía con todas las fuerzas. Además, no había tantos recursos en las fundaciones como para peticiones masivas.
P. ¿El hecho de que Luis Valls perteneciera al Opus Dei hizo que hubiera una relación especial con centros o parroquias de la Obra?
R. Luis Valls no se rodeaba de gente del Opus Dei. Yo nunca he pertenecido a la Obra, de hecho, pertenecer al Opus Dei no era un requisito sine quanon para trabajar en su equipo; ni yo ni ninguno de los directores de Presidencia pertenecimos a la Obra.
Distinguía perfectamente lo que era banco y lo que era Opus Dei. No había relación especial de financiación por ser de la Obra. En una ocasión una persona importante de la Obra le llamó para pedirle que retirara las tarjetas de Unicef de las sucursales porque, según él, era una organización pro abortiva, pero Valls lo investigó y se negó. No implicó al banco con su vocación religiosa. De hecho, la mayoría de los directivos del banco no pertenecían a la Obra.
P. Pero sí tenían una relación profunda con la Universidad de Navarra…
R. Sí, hubo buena relación entre las entidades en el plano institucional y con los estudiantes, como teníamos con la Universidad Complutense, la Pontificia de Comillas o la Carlos III. La relación venía marcada por el estudiante, al que, si reunía los requisitos, se le financiaban los estudios, independientemente de dónde los cursara.
La Universidad de Navarra estaba testada como una de las mejores de España. Es cierto que dábamos créditos a los estudiantes para pagar los gastos o la matrícula, pero no de forma especial.
P. ¿Se ayudó a centros de enseñanza que no fueran católicos?
R. Sí, tanto a centros como a personas no católicos, por ejemplo musulmanes. Una de las ONG con las que se colaboraba ayudaba a chavales con problemas y la mayoría eran musulmanes, de origen inmigrante. Otra ONG se dedicaba a crear trabajo para jóvenes del norte de Marruecos a los que se enseñaba a cultivar tierras.
P. ¿Cómo se seleccionaban a quién se podía ayudar y a quién dejar fuera?
R. Luis Valls intentaba ver a la mayoría de las organizaciones que pedían ayudas, las estudiaba, y se fiaba mucho de su capacidad de análisis de las personas, su intuición. Con alguno nos equivocamos porque nos engañó, pero fueron pocos. Con el tiempo llegamos a tener fundaciones conocidas, amigas, con las que colaboramos habitualmente porque realizaban una labor específica allí donde nosotros no llegábamos. Eran asistenciales, educativas, de promoción de la mujer, culturales o que ayudaban a estudiantes, a la integración de inmigrantes, de personas con discapacidad o profesores investigadores. También había algunas centradas en la conservación y fomento del patrimonio.
P. ¿Siempre eran fundaciones sin ánimo de lucro?
R. Sí, estaban implantadas en África, Latinoamérica o Asia; era la única forma de llegar a estos rincones, como los niños del Sáhara, por ejemplo. Nosotros no podíamos ir allí pero sí buscar a alguien que ya estaba sobre el terreno y lo hacía bien. Así se evitaba duplicar el dinero invertido en objetivos donde ya trabajaban ONG. Ese era el método.
P. ¿Existía un control financiero de todas las ayudas?
R. Sí, Luis Valls era un firme partidario de la transparencia, que ponía en práctica en su ámbito personal y profesional. Además, teníamos un balance que se entrega al Protectorado de Fundaciones, dependiente del Ministerio de Cultura y servía de base contable para hacer las cuentas anuales donde se incluían fechas y cantidades entregadas agrupadas por tipología. Algunas ayudas eran a más largo plazo, como inversiones para construir un colegio en Kenia, por ejemplo, que también se hizo.
P. Una vez que el Popular es comprado por el Santander, todas las sociedades y las fundaciones quedan agrupadas en la Fundación Hispánica, ¿es así?
R. Bueno, en los últimos años de la presidencia de Ángel Ron las fundaciones se agruparon baja la denominación de Fundación Hispánica. Se denominó Fundación Hispánica, Grupo Popular. Se convierte en la propia fundación del Banco Popular y recibe ayuda económica del banco y más adelante pasa a llamarse Fundación Banco Popular. Tenía un convenio en el que se estipulaba en lo que se podía invertir. Con la llegada del Santander se independizó y tiene una gestión autónoma.
P. Entiendo que las fundaciones y las sociedades se desgravaban los impuestos correspondientes…
R. Supongo que sí, aunque ese no fue nunca el objetivo de Luis Valls.
P. ¿Había programas de voluntariado con los empleados?
R. Hicimos encuestas internas a los empleados y detectamos que muchos estaban dispuestos a colaborar en labores sociales así como a ayudar económicamente a fundaciones concretas como las de ayuda a gente con discapacidad intelectual, mujeres maltratadas, limpieza de la naturaleza, plantar árboles. Durante mi etapa como director de RSC, lanzamos un portal de voluntariado al que podían acceder todos los empleados del banco y sus familiares. Ofrecíamos decenas de oportunidades de colaboración en toda España.
INSPIRACIÓN DE VALLS
P. ¿En qué personajes se inspiraba Luis Valls?
R. Le gustaba mucho leer sobre Alfred Pritchard Sloan, que fue presidente de General Motors durante más de 30 años en la década de 1930, porque está considerado el padre de la de la gestión empresarial moderna y creo una gran fundación sin ánimo de lucro. Creo que fue de Sloan de dónde saca la idea de las fundaciones. Otro que leía era Peter Drucker, considerado el padre del management moderno, que tuvo ideas innovadoras como la descentralización de las grandes organizaciones y la gestión por objetivos. También seguía a Paul Samuelson y Milton Friedman porque fueron los dos economistas más influyentes de las décadas de posguerra. Además, le gustaba mucho leer sobre personajes históricos, de estrategia militar. Leía mucho sobre a auge y caída de imperios, como el español, o la historia de Napoleón.